sábado, 31 de octubre de 2009

Sus pupilas profundas profesaban aborrecimiento, cual agujero negro que absorbe toda la felicidad y dicha que está a su alcance.

Con esos ojos negros penetrantes lo miró sin bajar la vista unos interminables 47 segundos.

Aniquiló todo rastro de un pasado en común, destapó silenciosamente odios y reproches ocultos, permutó alegría por desprecio y aminoró el posible llanto con una sonrisa finjida.

Sus pupilas profundas mostraban tristeza y desazón.

Sus ojos negros no eran más que un arma calibre 22.

Sus ojos negros de pupilas profundas convencían, pero a su vez mentían con gran facilidad.

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