jueves, 29 de octubre de 2009

Apoyé la cabeza por debajo de la línea de la almohada y cerré los ojos. Se cruzó por mi mente ese tema de la ley de la atracción, esa que dice que todo es consecuencia de nuestros deseos, tanto positivos como negativos. Desee fuertemente que me quieras, miré la hora - 2:16; una vez más cerré los ojos. Me pregunté porque nunca fui conformista, porque siempre di un paso al costado en vez de acurrucarme en la comodidad.
Giré la cabeza y repasé mis últimos años de vida; no me arrepiento de nada me dije, como convencida y al mismo tiempo en duda (aunque se me vino a la mente que el pasado no se puede cambiar, por lo que es irrelevante arrepentirse de lo que uno hizo, dijo o calló)
Quedé boca arriba, lloré un rato, como si de esa forma eliminara toxinas de desilución, abri los ojos y prendí la luz de noche; conté los nudos de la madera del techo, encontré formas y simetría. Me destapé de golpe, me sentía sofocada. Agarré un cuaderno, una lapicera y empecé a escribir lo que sentía; una forma de catarsis con tintas de frustración y resulta que la ley de la atracción dice que todo es consecuencia de nuestros deseos...

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